miércoles, 11 de abril de 2012

*...Trabajo Digno...*


Esa noche estaba realmente furioso. A cada minuto la ira lo invadía aún más. Trató de mantener el control, debía hacerlo por que no quería que se desatara una especie de tormenta en él.
Era un tipo muy tranquilo y no se enojaba con frecuencia, podía soportar cualquier cosa. Pero ciertas veces acumulaba tanto enojo, que sentía que iba a estallar. Y ésta era una de esas ocasiones. No podía creerlo.
Hacía tan sólo unas horas había estado rodeado de amigos. Aquellos que le brindaban afecto, ayuda, un abrazo tal vez. Siempre se reunían en el mismo bar a conversar sobre lo que surgiera en el momento: sus vidas, trabajos, mujeres, deportes. Se había sentido realmente feliz y había reído mucho.
Pero luego había llegado ella, el ser más hermoso que había visto en su vida: su presencia lo confortaba, le daba tranquilidad y, cada vez que aparecía, era como si el tiempo se detuviera.
Sin embargo, ella lo había besado con frialdad y se había sentado a su lado, pero parecía más distante que nunca. Durante unos minutos, ella sólo había visto hacia la punta de sus zapatos, con la mirada perdida. Parecía no tener deseos de demostrarle amor, o brindarle alguna caricia siquiera, como usualmente lo hacía. Eso a él le fastidiaba, e incluso le preocupaba.
Cuando sus amigos se había marchado y por fin estaban a solas, la chica lo miró a los ojos, le sonrió y con pena le dijo: “Lo nuestro se termina hoy. No podemos seguir juntos”.
Esas palabras le causaron gran dolor. No estaba preparado para escuchar eso. Lo dejaba, era un adiós, la despedida, el inevitable final. La muchacha había tratado de explicarle sus razones, pero él no la escuchaba porque sentía odio, decepción, tristeza. Finalmente, al ver que el joven no le prestaba atención a sus palabras, la chica se marchó con furia.
Y ahora estaba allí, cumpliendo con su horario de trabajo en un edificio enorme que a esas horas de la noche, se encontraba vacío, desolado. Su enojo se había ido y comenzó a reírse. El sonido de su voz retumbaba en las paredes. No podía creer lo que le había sucedido y, cada vez que lo recordaba, le causaba más gracia. Aquello era realmente insólito: su novia lo había dejado porque no aceptaba el empleo que él tenía. ¿Qué había de malo en su trabajo? Era digno, seguro, solitario y con buena paga. Volvió a reír con más fuerza.
¿Qué había de malo en ser el guardia de una morgue? ¡Nada! Pasaba la noche leyendo, escuchando música en paz, rodeado de una calma absoluta, que seguramente inquietaría a otros. Nada podía pasarle. Todos los que se encontraban allí habían muerto, ya sea por causa natural, por homicidio, enfermedad o por accidentes fatales. Tal vez su aspecto no era el mejor, pero eso eran: muertos.
Probablemente los amigos de ella lo consideraban “raro” o “anormal” por trabajar en un lugar como ese y por tal razón no estaba dispuesta a pasar vergüenza saliendo con esa clase de chico. Pues a él no le importaba en absoluto, al diablo con ella y sus estúpidos prejuicios. Apagó la radio portátil y la luz de su linterna quedándose en la oscuridad total. Una sonrisa se dibujó en su rostro. No le importaba que lo consideraran un desquiciado por cumplir con su trabajo.
Un silencio funesto se adueñó del lugar. Por momentos lo asaltaba un miedo repentino, pero no iba a cambiar ese empleo por nada. A veces los muertos son mejor compañía que otra cosa.

                                                                                                                   Astrid Pizarro

4 comentarios:

  1. Que lindo amiga!!!
    Bienvenida bloggera!!!
    Love u BFF!

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    1. Jajaja... bueno... al fin me hice uno... es medio precario pero bueno jaja... Love U BFF!!

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