miércoles, 11 de abril de 2012

...::El clásico de los sábados::...


Aquello no parecía un día normal en la ciudad. Unos que tenían cierta apariencia de policías apuntaban hacia muchachos y muchachas con el cráneo rapado, de ropas oscuras, rasgadas y sucias tratando de ocultarse tras ruinas y escombros. Muchos usaban de escudo un enorme y arruinado reloj caído y arrojaban enfurecidos cualquier tipo de cosas.
Era de noche y todo estaba muy confuso. Lo único que le permitía distinguir algo en esa situación eran los grandes tachos metálicos de los cuales salía fuego. Aparentemente la electricidad no estaba funcionando. Se sintió desprotegido, vulnerable, en peligro.
Pronto se escondió detrás de la columna que formaba parte de unas vistosas arcadas que por cierto le parecían muy familiares. Observó todo desde ahí.
Uno de esos extraños policías pasó cerca llevando un paso acelerado pero se detuvo bruscamente frente a él. No podía ver su rostro a través del oscuro casco metálico que le cubría la cabeza. También aparentaba estar bien protegido por una especie de armadura impenetrable que sin duda iba acompañada de una novedosa arma.
- ¡Váyase a su casa ya! – le dijo una voz que sonaba casi robótica debido al efecto de esa extravagante indumentaria - ¡Está prohibido salir a la calle!
¿Estarían pasando por una nueva y terrible dictadura? Se pregunto a sí mismo horrorizado.
- ¿P... pe... pero quienes son esos? – inquirió con mucha curiosidad mirando el caos reinante.
- Son los mismos de siempre, señor – le respondió en un tono molesto – los marginados, los reos de hoy, viven en las montañas de basura de los suburbios y ya es costumbre que a esta hora salgan para saquear y robar a los honestos ciudadanos... ¿No ve las noticias?- lo miró de arriba abajo examinando su vestimenta – Bueno- arqueó las cejas – parece que se quedó en el tiempo. Es uno de esos nostálgicos...- De repente hubo un fuerte estruendo acompañado por varias explosiones- ¡¡No vamos a permitir que estos provoquen un maldito Apocalipsis en el 2100!! – Se alejó corriendo hacia el campo de batalla - ¡¡Todavía no!!
Lo que acababa de escuchar no podía ser cierto, era imposible... ¿¿El 2100??
- ¡Dios mío! – exclamó mirando con desesperación a su alrededor- ¿En dónde...?¡Es el Centro Cívico! ¡Bariloche! No, no puede...
Había caído en la cuenta de que ese lugar era la tan conocida calle Mitre: la biblioteca, el museo, la estatua de Roca, estaban absolutamente destruidos. 
Pero repentinamente todo pareció aclararse en su cabeza: megalópolis de plástico y de hormigón, tachos de basura gigantes, rebeldes armados, el desarreglo se transformaba en orden y el caos se había vuelto ley. ¡Por supuesto que sí! Ya lo había visto miles de veces, esa situación la conocía de memoria. Sin embargo era totalmente absurdo, él no podía estar allí ¡Eso era ciencia ficción! Aquello no existía, solo ocurría en la películas o en los relatos fantásticos. Respiró aliviado porque seguramente todo era un sueño. Pero algo ocurrió que le demostró lo contrario: inesperadamente los grandes arcos se desmoronaron sobre él sepultándolo entre las ruinas. Luego sobrevino un dolor insoportable que parecía estar acercándolo a la muerte. Aun lograba ver borrosamente los resplandores de la guerra que se estaba desatando en las cercanías.
Un chasquido metálico seguido de un breve sonido agudo llamó rápidamente su atención y lo distrajo de su agonía. Después apareció una brillante luz. Podía ver gente del otro lado: ¡eran sus amigos! Y parecían no notar su presencia. Se los veía lejanos, distendidos, distraídos.
Sintió terror y desesperación, ahora sabía exactamente donde se encontraba: dentro de su televisor. 
Recordó cómo ese novedoso aparato había llamado su inquieta curiosidad de niño, le había parecido simplemente genial porque tenía cosas realmente increíbles ante sus ojos que hasta ese momento desconocía y había llegado a amar ese preciado artefacto, a amarlo peligrosamente... En muchas ocasiones había reído, llorado, temido y últimamente hablaba con su televisor todas las mañanas en el desayuno. Era su único y fiel compañero dentro de esa patética pensión en la cual vivía. Aunque era demasiado viejo (esos en blanco y negro) no había querido cambiarlo para no sufrir cuando se averiara y lo tuviera que desechar, dejar que el camión de los residuos lo alejara de él... para siempre.
Las personas que estaban del otro lado ahora miraban divertidos e interesados la pantalla, como si estuvieran viendo una película.
Tenia que enfrentar la terrible realidad: él estaba dentro de una obra de ciencia ficción, de esas que no tenían precisamente un final feliz.
¿Cómo había llegado a ese allí? ¿Se habría quedado dormido y una fuerza extraña lo había atraído al interior del televisor? ¿El artefacto había desarrollado una relación “especial” con él? Aunque fueran posibilidades remotas, eso no le importaba porque lo primero que debía hacer era salir de ese lugar.
Gritó con fuerza durante un largo tiempo de su agonía tratando de llamar la atención de los que se encontraban en medio del desorden pero sonidos ensordecedores ahogaban su voz y los demás, los “espectadores”, ni siquiera advertían su presencia.
Seguramente sus amigos iban a esperar a que él llegara a casa mientras disfrutaban del  buen clásico de ciencia ficción de los sábados por la noche.




                                         Astrid Pizarro


No hay comentarios:

Publicar un comentario